jueves, 18 de octubre de 2012

OFENSIVA CREATRIZ


1. El lenguaje poético, o los lenguajes artísticos, como formas ritualizadas, exhiben las constantes contradicciones que el raciocinio esconde y padece dentro del flujo civil acaparador y homogeneizante. Contradicciones castrantes y envolventes del espíritu, que el arte naturalmente no deroga del estatus político, y sin embargo, siembra en el ojo de la tormenta para atizar lo que de albedrío perdure dentro del individuo.

2. Para Vallejo, son casos muy excepcionales los del artista revolucionario tanto en los fueros del arte, como en los de la asamblea política. Ese sería el caso insular del “artista pleno”. Un bicho raro en el que su programa político (consiente, liberado y razonado), camina de la mano con el espíritu de su industria, liberada de “los resortes concientes, razonados, preconcebidos de la voluntad”. Por esta suerte de alquimia o dialéctica creatriz, el individuo o “artista pleno” pretende esclarecer las contradicciones en las que navega a fondo dentro del rebaño civil. Rebaño en el que su plenitud (en tanto libertad terminante) se ve amenazada, sino desterrada, del horizonte simbólico.

3. El vate de Santiago de Chuco se refiere entonces al “pensamiento transformador”. Energía creatriz que opera sobre la realidad inmediata, castrante y envolvente. Las cosas y hechos de presencia contigua, atañen tanto a su devenir cotidiano como a su aventura creadora. El bicho toma sin pasión de los materiales reales, los elementos necesarios para su distorsión alquímica. Esta voluntad disolvente del individuo pleno, encarna naturalmente un peligro para la calma reinante del hato civil: “Es Anaxágoras desterrado, Protágoras perseguido, Sócrates ejecutado, Jesús Crucificado”. “El intelectual revolucionario, por la naturaleza transformadora de su pensamiento y por su acción sobre la realidad inmediata, encarna un peligro para todas las formas de vida que le rozan y que él trata de derogar y de sustituir por otras nuevas, más justas y perfectas. Se convierte en un peligro para las leyes, costumbres, y relaciones sociales reinantes”.

4. Este horizonte utópico del artista pleno confronta el patetismo y las contradicciones que dinamizan los episodios de la vida en común. Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin (1931) y Rusia ante el segundo plan quinquenal (publicado póstumamente en 1965), son dos crónicas-reportajes que Vallejo articula tras sus múltiples experiencias en la Rusia socialista. Vagabundeo por los tugurios proletarios, fábricas, comedores, teatrines, asambleas proselitistas y hasta cónclaves de escritores afectos al régimen. Libros-mundo en los que despliega sus especulaciones sobre los avatares socialistas, la experiencia dialéctica del individuo frente al régimen imperante, su tentativa puesta a prueba para ofertar ese terreno de contradicciones que moviliza históricamente la asociación civil.

5. Estética del trabajo y el movimiento. En Rusia Vallejo asiste a la puesta en escena de El brillo de los rieles de Vladímir Kirshón. Es una obra destinada a la propaganda del régimen en la que Vallejo observa que la trama “se desarrolla en torno a la conciencia revolucionaria del obrero bolchevique, a sus deberes políticos y económicos dentro del Soviet, a sus esfuerzos, dolores, luchas y satisfacciones clasistas, y a los peligros y enemigos dentro y fuera del proletariado”. La obra es asquerosamente melodramática. Unos obreros construyen una locomotora y al fin de la jornada el capataz descubre el incumplimiento de los saboteadores. Regresa a casa y encuentra la desolación de su hijo durmiendo en la miseria: “La vigilia dramática del trabajador culmina en un arranque desesperado. Toma un frasco y va a apurar su contenido”. Este traspié del individuo masificado, observa Vallejo, devendría irrelevante y carente de sentido en el orden capitalista, pero de una heroicidad sorprendente en el cardumen proletario: “Pero el obrero vacila, Lucha todavía. Es la hora del sudor de sangre y del Aparta de mí este cáliz.  Al levantar el frasco, una mano se lo impide repentinamente. Es la mano del hijo que no dormía. El movimiento de éste es de un sentido social trascendental”. “El obrero bolchevique, personificación escénica de los destinos sociales de la Historia, embraza conscientemente todo el peso y la responsabilidad de la misión dialéctica de su clase”.  Estética del humanismo y del movimiento. El autor de Trilce extrae de esta farsa los valores de la nueva estética vindicadora del humanismo y el individuo: La técnica vital, “músculo esforzado, fuerzas elementales, agentes humanos de la producción económica, haz de corrientes eléctricas, circuitos del verbo proletario, energía mecánica del taller. Se siente aquí la pulsación de un nuevo mundo, el proletario, el del trabajo, el de la producción”

6. Mariátegui había declarado sobre la poética Vallejiana: “Su técnica está en continua elaboración”.

7. Ante la censura de una función creadora dominada por una “contingencia clasista de la historia”, Vallejo opone su técnica vital arraigada en una sensibilidad humanista y vindicatoria de la quimera libertad; una energía creatriz donde “el poema no es, pues, un trance espectacular, provocado a voluntad y al servicio preconcebido de un credo o propaganda política, sino que es una función natural y simplemente humana de la sensibilidad”. Paradoja vital en las sociedades modernas del espectáculo, donde el sujeto renuncia a la misión ontológica del arte en pro de la agonía individualista como régimen, o espíritu comtemporáneo del avatar social.

8. Espíritu de la modernidad que hizo de la imagen del hombre fin, centro y fundamento de toda energía creadora. Avasalladora ilusión individualista. Degradación antropocéntrica del espíritu. Instrumentalización del homo bajo las corrientes oscuras de la Técnica, el Progreso o la Historia. Devenires puestos bajo sospecha por la naturaleza humanista de algunas artes que responden a la unidad humana “por debajo de la diversidad histórica o geográfica del individualismo más recalcitrante”.

9. Mas no se trataría de un humanismo afirmador de esa sujeción antroprocéntrica, sino de uno liberador. Integracional de cuanta dramática dispersión de individuos por la efusión de la Historia. Una nueva estética de vitalismo en acción para una tentativa marginal y marginalizante con respecto al aparato simbólico estatal castrante y totalizador: “Yo es otro”.

10. Paradójicamente esta enunciación del vitalismo creatriz sólo asume su lugar en el acuoso horizonte imaginario. Su néctar no es de este mundo y no atañe a los espejos formativos de la Realidad; su revolución se resuelve solamente en el fuero interno de los sentidos (Borges: “Soñará que podremos hacer milagros y que no los haremos, porque será más real imaginarlos”).

11. La utopía, naturalmente, está siempre destinada al fracaso. Es solamente el cebo que corrompe el estado de espíritu (u-topos: que no tiene lugar). Este desliz o exilio del sentido no compete a las marchas civiles ni es preponderante a la turba social. Las asociaciones políticas, lógicamente, sobreviven de espaldas a la especulación humanista. Los lenguajes artísticos gozan también recreándose en esa condición excéntrica y corrosiva con respecto a la matriz oficial. Ese habitáculo lumpen-marginal con respecto al lenguaje y el orden juridiccional.

11. Vallejo también ha sido claro con respecto a la transición bolchevique y la medida sorprendente de sus quimeras: “Ignoran que mientras el Estado exista, la libertad será imposible. El estado es, por definición, el instrumento de dominación social de una clase sobre las demás clases. En tanto la sociedad esté estructurada en dos o más clases sociales, el Estado y, con él, la negación de la libertad, serán inevitables. Decir Estado, proletario o capitalista, es decir dictadura, ausencia de libertad”.

12. De ahí que persista la idea (más o menos consensuada) de desmesura, excentricidad o corrosión. Incluso tensión incomunicativa en ciertos registros poéticos. Lenguajes avasallantes o más bien liberadores del régimen lingüístico que es norma, institución y regla. Mallarmé: “Hago sintaxis”, Rimbaud: “Explicaba mis sofismas mágicos con la alucinación de las palabras”, Vallejo “La gramática como norma colectiva en poesía carece de razón de ser. Sabido es que cuanto más personal es la sensibilidad del artista, su obra es más universal y colectiva”.

13. Ahí donde la lengua es jurisdiccional y decisiva, matriz del sentido homogeneizante, dadora de entidad y reconocimiento para el espectáculo de la voz y la presencia sometidas a la sombra castrante del La Férula Oficial, ahí, digo, el texto poético se desenvuelve como una inestabilidad o textura indecidible. Una fusión de horizontes entre el querer decir, y el pretender oír lo que se dice. Una desterritorialización del sentido sólo a cambio de una promesa extática, un universo simbólico portador de la quimera o la utopía.

14.  Este vitalismo creatriz devendría voluntad de estilo. El tono en que se expresa el pensamiento transformador que trasciende lo límite, porque no hay límite ahí donde el estado de espíritu estalla. Técnica vital del lenguaje poético exacerbando su función ontológica, su hacer fenomenológico. La poética recupera así cuanto de humanidad haya sido desterrada en el régimen castrante.

15. Lengua y Estado: Dos férulas que inmovilizan el desliz del Signo y el del Sujeto en su ligereza aparente. Fundados los límites y reglados los roles, Signo y Sujeto reprimen sus fuerzas aún inacabadas e inexploradas ante el monopolio del Valor, monocorde y homogeneizante.  La matriz jurídica de la Lengua y el Estado legitimadores del acto social corruptivo e inmovilizante, fijan las reglas y los límites del juego en el que ha de desenvolverse la parodia social. Campo afectivo y simbólico son restringidos por la Norma y el reglaje del orden omnipresente.

16. Poesía y vitalismo: Voluntades digresivas, éxodos, desterritorializaciones y exilios (Vallejo abandonando su Santiago de Chuco para morir transido al pie del Sena: “El libro –Trilce- ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética… siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo y esta es mi mayor cosecha artística”).

17. La libertad como una voluntad de estilo, y el estilo como una actitud heterodoxa, trasgresora que en sus virajes a-gramaticales delira la lengua y deroga la norma, instituye al sujeto en su excentricidad libertaria con respecto al imperio dominante. El verbo creador como una deriva o éxtasis habitable.

18. Fuera de la institucionalidad lingüística, de la norma, y desde el error, mana el delirio creador y libertario de la energía vitalista. Técnica Vital. Conciencia desembarazante del lastre social y reivindicatoria militante de la plenitud individual.  Si no, ¿A qué esa repetición incesante y programática del verso vallejista a través de los años y el imaginario, esa invocación de su conciencia vigilante como garantía perpetua de los valores libertarios, tan escasos como inaprensibles? ¿A qué este beber, silencioso y retirado, en la paradoja máxima de su creatriz críptica, este saciarse de su ofensiva delirante tras la persecución vertiginosa de una voz que ya no es nuestra? ¿Realidad diferencial? ¿Muerte quimérica del estar aparencial? ¿Trilce?

19. En las últimas anotaciones del vate se lee: “Una visita al cementerio el domingo 7 de Noviembre 1937, con Georgette. Conversación empieza con el egoísmo de G. –dialéctica del egoísmo, altruismo-. Pasamos a la dialéctica en general. Aludo a Trilce y su eje dialéctico de orden matemático -1-2-0- “Escalas”: o instrumento y conocimiento: el rigor dialéctico del mundo objetivo y subjetivo. Su grandeza y su miseria o impotencia… Llegamos al cementerio recitando mi verso: Ser poeta hasta el punto de dejar de serlo”.  

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